PRENSA


El Lazarillo de Tormes
Diario de Balears, martes 10 de noviembre de 2009
Javier Matesanz

Compañía: Teatre Visceral
Versión: Marc Egea y Pedro Victory
Director: Pedro Victory
Interpretes: Nabil Canyelles y Álex Muñoz
Espacio: Teatro Sa Societat de Calvià


Consecuente y ajustado a sus pretensiones, el lazarillo de Tormes de Teatre Visceral no intenta ser la versión definitiva del clásico, sino una aproximación entretenida y pedagógica a una de las lecturas obligatorias del sistema educativo, que inteligentemente y eficaz apuesta por un lenguaje actualizado y cercano que, sin traicionar al original, garantiza la complicidad de todos los públicos. Es decir, todos los alumnos. Desde los más interesados y/o aplicados, que encontraran todo aquello que se espera las populares aventuras de la anónima novela picaresca (incluso el habla en castellano antiguo), hasta aquellos intelectualmente mas dispersos, que podrán disfrutar de la puesta al día del relato en un registro nada académico y más asequibles al gusto de los jóvenes, cosa que Pedro Victory ha conseguido con una maniobra de dramaturgia que recuerda de alguna manera a la Historia Interminable d’Ende.
Una hábil manera de hacerlo venir bien y de evitar aquello tan frecuente de castigar a los estudiantes con estrictas, inflexibles e infumables revisiones clásicas nada más aptas para “letraheridos”, que garantizan la ausencia de los jóvenes en los teatros al menos durante una década, que es el tiempo que tarda en desaparecer la sensación de aburrimiento que a menudo provocan a los estudiantes estas maniobras “educadoras” poco señaladas y nada adecuadas.
Todo funciona en la versión de Victory y Egea. El ritmo es trepidante y contemporáneo. El humor es el tono que domina la función, pero no vulgariza ni distorsiona el texto, si no que lo complementa y lo aligera adecuándolo a los códigos de comunicación actual. Así, no abusa de los anacronismos, pero estos aportan el contraste perfecto para que resulten divertidas las desventuras del protagonista enmarcándose en una realidad muy lejana de los intereses contemporáneos, que en cambio de esta manera resultan cómicamente cómplices, haciendo del conjunto un entretenimiento de lo más moderno y asequible para la mentalidad adolescente de hoy. Un mérito que debe atribuirse también al trabajo fantástico de los dos intérpretes. La ajustada Álex Muñoz, que mejora y convence así como pasan los minutos, y un fabuloso Nabil Canyelles. Un auténtico hombre orquesta sobre el escenario que, haciendo del histrionismo cómico su principal y brillante herramienta de trabajo, resulta todo un espectáculo ofreciendo una auténtica exhibición de versatilidad y capacidad camaleónica, pero sin caer nunca en la caricatura, si no haciendo gala de un envidiable abanico de registros que incluyen, incluso, la manipulación de títeres en uno de los momentos más inesperados y originales de la función.

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